Varapalo al…, debacle de…, el fin de…, el
desmoronamiento de…, el descalabro…, se rompe el… Estas son algunas de las
formulas que acompañan los titulares de los medios de comunicación desde el
domingo. En todos (o casi todos) aparece a continuación otra formula: el
bipartidismo.
En los últimos meses, y fundamentalmente
en las últimas semanas, se ha machacado con el tema del bipartidismo. En mi
opinión nada más ajeno a la realidad. La prueba era cualquier colegio
electoral, por minúsculo que fuera el municipio contaba en sus mesas con
papeletas de todas las candidaturas presentadas a estos comicios, un total de
treinta y ocho. Había opciones para todos los gustos: los partidos clásicos,
nuevos partidos, minoritarios, de izquierdas, de derechas, verdes, animalistas,
de extrema derecha, regionalistas… todos igualmente respetables.
A vueltas con esto, quizás sería mejor
decir “hegemonía”, “predominio”, o cualquier otro sinónimo. Es de Perogrullo
afirmar que siempre habrán dos opciones más votadas que el resto. Incluso tres
o cuatro más votados que el resto.
Lo que creo es que ha cambiado el
paradigma, como ha cambiado en muchas otras cosas. Y hay que adaptarse a ese
cambio, porque se quiera o no es la nueva realidad. En televisión ya no hay
programas que aglutinen el 30% de la audiencia (salvo contadas excepciones),
porque el universo televisivo se ha atomizado con la TDT y el cambio de uso por
parte de los espectadores con Internet. De manera legal puedes ver tu serie
favorita cuando quieras, y no cuando la emiten. Con la política va a pasar
igual. Se ha atomizado el voto y puede que sea para siempre. Es una de las
consecuencias de la crisis. La gente ve como es posible tener un mayor poder de
decisión.
Puede que sea el fin de la hegemonía de dos partidos, y sea el comienzo de una nueva hegemonía compuesta por dos más partidos, todos distintos, o con alguno de los "clásicos". Como casi todo, es cuestión de ciclos. No tengo una bola de cristal para diagnosticar el futuro, sólo queda esperar.
Evidentemente los partidos que más han aumentado en participación tienen una misión muy importante: demostrar a los ciudadanos que la política es útil. Yo lo creo, mi compromiso es claro. No me vale destruir por destruir. Tampoco destruir para construir. Es cuestión de reformar. Evidentemente que hay muchas cosas que cambiar, pero otras muchas tienen que continuar porque no se puede partir de cero. Es responsabilidad de todos porque, no lo olvidemos, el partido más votado sigue siendo el partido que actualmente gobierna en el Gobierno de la nación, en muchas comunidades autónomas y en muchos ayuntamientos. Y no es una cuestión baladí.
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