lunes, 7 de abril de 2014

TERRORISMO MACHISTA

No hay nada más nauseabundo que agredir a tu pareja sentimental, estés casado o saliendo. No hay nada más bajo que escudarte en la puerta cerrada del hogar para perpetrar semejante vileza. No existe mayor canallada que tener atemorizada a la persona que te ama. Quizás sí, sí que existe un grado más de indignidad, ejercer la fuerza bruta, además, contra infantes, contra niños. Por desgracia en este país andamos sobrados, y bien sobrados, de hombres nauseabundos, viles e indignos. Son sobran terroristas machistas. 

Las noticias no son alentadoras, no hay visos de que la situación vaya a mejorar a medio plazo. No me refiero al corto, porque una mejora a corto plazo puede ser un espejismo. Se suceden los asesinatos con agresiones, que si bien no acaban de manera trágica, sí que estremecen. En las últimas semanas los casos de violencia machista se han agudizado y la cifra de asesinadas es escandalosa. Desde que empezó el año han muerto a manos de sus parejas o exparejas 25 mujeres, dos en los dos últimos días. El gobierno ha convocado una reunión urgente para abordar este tema, tarde, ya que hace casi un mes del repunte más sangriento, 5 asesinadas en apenas 48 horas. La cifra es terrible, habida cuenta que en 2013 fueron 48 las mujeres asesinadas; en algo más de tres meses ya suman más de la mitad que el año anterior. 

Como hombre me indigno ante congéneres de esta calaña. Me da asco que puedan compararme con esta gente y me horroriza siquiera imaginar que yo pueda convertirme en uno de ellos. 

No me vale constatar que un tercio de las mujeres de la Unión Europea ha sido víctima de maltrato. No me consuela que el estudio realizado indique que, a pesar de lo que pudiera parecer, la violencia de género en España tiene una menor incidencia que en otros países europeos que consideramos socialmente más avanzados que el nuestro. En todo caso me reafirma en mi convencimiento de la necesidad de cambiar la mentalidad y asumir que el rol del hombre no es el de sumir a la mujer en la dependencia, ni coartar su libertad, al contrario, consiste en tender puentes hacia la igualdad de trato. 

Al final, creo, todo se reduce a un único concepto: educación. Con educación es posible combatir estas lacras, es posible que los niños de hoy no se conviertan en maltratadores mañana. ¿De quién es la responsabilidad? De todos, por supuesto. No ayuda, por ejemplo, que las Administraciones Públicas recorten en aquellos elementos que directa o indirectamente luchan contra la violencia de género excusándose en la crisis, porque estamos viendo las consecuencias a día de hoy. No ayudan tampoco los ejemplos (la falta de ellos), como que la Generalitat Valenciana, en caso de empate en las oposiciones para inspector tributario, el hombre tenga preferencia frente a la mujer ya que, según la Consellería de Hacienda, están infrarrepresentados. La noticia indica que esta decisión se ajusta a derecho, pero como mínimo chirría. Tampoco da ejemplo la empresa privada si ponemos como ejemplo el porcentaje de mujeres que acceden a los altos puestos de dirección y si comparamos el sueldo percibido por hombres y mujeres. 

Pero hay una luz para la esperanza. La consideración de la violencia de género ha cambiado profundamente en la última década. La Ley aprobada por el Ejecutivo de Zapatero, todo sea dicho, ha ayudado a cambiar hábitos, percepciones y educación. Porque luchar contra la violencia de género no es un tema de hombres y/o de mujeres, es un tema de todos.

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