lunes, 24 de marzo de 2014

LA MEMORIA DE ADOLFO SUÁREZ GONZÁLEZ


El anuncio por parte de Adolfo Suárez Illana del inminente fallecimiento de su padre, Adolfo Suárez González, y el posterior desenlace, ayer mismo, ha conmovido durante este fin de semana a muchos españoles. Ven en Suárez (González) el modelo de político que creen que le hace falta a la nación: un estadista que antepone el bien general al interés particular, que se inmola por la causa si es necesario.

Yo nací en 1981, dos meses y medio después de la intentona golpista y con Calvo Sotelo de Presidente del Gobierno, por lo que carezco de memoria y vivencia directa respecto a lo que Suárez representó para España. No sé si los elogios recibidos son merecidos o exagerados. Sinceramente, sin prejuicios ideológicos. No sé si, como suele suceder, el fallecimiento de una persona cubre los errores o desaciertos para dejar a la vista sólo las buenas acciones. A través de lo que he leído y me han contado, a través de lo que he visto por televisión, no hoy, desde hace tiempo (cuando surge el tema, no de manera sistemática) intento aproximarme a saber como era de verdad. 

Dice Javier Marías al comienzo de "Negra espalda del tiempo":
Creo no haber confundido todavía nunca la ficción con la realidad, aunque sí las he mezclado en más de una ocasión como todo el mundo, no sólo los novelistas, no sólo los escritores sino cuantos han relatado algo desde que empezó nuestro conocido tiempo, y en ese tiempo conocido nadie ha hecho otra cosa que contar y contar, o preparar y meditar su cuento, o maquinarlo. Así, cualquiera cuenta una anécdota de lo que le ha sucedido y por el mero hecho de contarlo ya lo está deformando y tergivesando, la lengua no puede reproducir los hechos ni por lo tanto debería intentarlo [...]. No soy el primero ni seré el último escritor cuya vida se enriquece o condena o solamente varía por causa de lo que imaginó o fabuló y escribió y publicó. 
Precisamente ahí, en las añadiduras y veladuras, en las deformaciones del relato, que surgen voluntaria o involuntariamente (o ambas), se esconden mis sospechas de que Suárez, ni era un santo varón ni un diablo de largo rabo y cornamenta enroscada. Como todos, creo, tuvo sus aciertos y fallos, en una época, efectivamente, en la que todo estaba por hacer, o, mejor dicho, todo se tenía que hacer. Proceder del mismo tronco del franquismo, ser jefe del Movimiento y falangista, no lo ponía, precisamente en la mejor disposición para encabezar el alumbramiento democrático. Pero un Jueves Santo legalizó el Partido Comunista, y eso, con Franco casi casi de cuerpo presente, era toda una afrenta a los más irredentos adeptos al Régimen (franquista, of course, no el de la alcachofa).Quiso traer "Libertad sin ira", como cantaron Jarcha en la campaña de la UCD. Como dijo Cercas en "Anatomía de un instante", y creo que se aproxima bastante, fue un chisgarabís que estuvo (siempre) en el lugar idóneo en el momento preciso. Y supo aprovecharlo.

La España cainita se cebó con él. Merecida o inmerecidamente. Los suyos (si es que habían unos suyos) y los contrarios. Por la presión, se supone, dimitió, algo que hoy nos suena extraño e improbable. Esa España es la que hoy llora y se persigna. Esa España es la que hoy, después que falleciera, se acuerda que Suárez era un estadista, un hombre probo que hay que honrar. Y se le nombra hijo adoptivo y predilecto, incluso se le dedica el aeropuerto de la capital del Reino. Ahora se le honra la memoria, ahora.

Es esa memoria asimétrica que honra, y mis sospechas, las que no me hacen decidir si que Antena 3 emitiera el mismo viernes por la noche el biopic de Suárez es un homenaje o un vulgar intento de ganar audiencia a costa del morbo de recordar a un pre-muerto. O que los informativos de todas la cadenas apostaran reporteros en la puerta del hospital donde se hallaba. 

Y es la memoria, precisamente, aquello que debilitó a Adolfo Suárez e hizo que estuviera recluido durante sus últimos años. En su caso fue el Alzheimer, pero mi abuela aqueja un mal similar: la demencia senil (que también sufrió mi abuelo). Sé que se vuelven frágiles, sé que en ocasiones te miran con ojos de vacío. Pero es entonces cuando se les debe recordar, para compensar lo que ellos pierden, esta vez sí, involuntariamente.

Ha pasado bastante tiempo desde la Transición democrática. Probablemente sea hora de repasar lo que se hizo, y desde la base del recuerdo de que aquella situación era nueva y desconocida, sin ejemplos a los que asirse, ir construyendo un nuevo paradigma, en lo social y en lo político. Aferrarse a la memoria de la Transición no beneficia a ésta. Se puede recordar y honrar mientras se reforma para mejorar. Yo recuerdo cuando en el colegio me enseñaban a dividir, y no por ello quiero volver a entonces. España ha cambiado, con el concurso, entre otros, de Suárez.

Descanse en paz, Adolfo Suárez González.

Foto extraída de la web de La Vanguardia: http://www.lavanguardia.com/politica/20140323/54404346157/adolfo-suarez-pce.html

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