Leo en el perfil de Twitter del diario digital Valencia Plaza
el siguiente mensaje (o tuit): "LOS ECONOMISTAS QUE GESTIONARÁN LA POST-CRISIS.
Fotogalería. Graduación de licenciados 2012 Facultad de Economía VLC".
De repente me surge una pregunta, ¿y si la crisis no acaba nunca? ¿Y si no hay post-crisis?. Es decir, ¿y
si este momento no es un bache, no es una situación coyuntural, si no que se
convierte en nuestro día a día? ¿Y si la crisis ha llegado para quedarse?
En principio un escalofrío me recorrió el
cuerpo. No quiero siquiera imaginar que la actual situación se prolonga mucho más
tiempo. Llevamos desde el segundo semestre de 2008 sumidos en esta corriente de
caos financiero, económico y político, en el que nadie sabe muy bien cual es la
fórmula o receta que nos sacará de esta. Nos habíamos acostumbrado a vivir
bien, a vivir muy bien, pero la realidad es muy tozuda. Además la realidad
tiene su propio ritmo y no hay manera de acelerar la salida de la crisis.
Vivimos en una sociedad que se ha (mal)
acostumbrado a terminar con sus problemas de manera fulminante. Si nos duele la
cabeza nos tomamos un paracetamol, si estamos tristes nos enchufamos un Prozac,
si tenemos una duda acudimos a Google, para viajar vamos en AVE… Nos hemos
pensado que todo tiene que suceder a la misma velocidad: si el volcán de El
Hierro entra en erupción debe cesar su actividad en unos días, aunque los
tiempos geológicos se alarguen durante miles (si no millones) de años; si
estamos en crisis queremos que la situación se enderece inmediatamente, en unas
semanas a ser posible.
La crisis, aunque no nos guste, durará
muchos más años. No voy a ser tan valiente como para aventurar el tiempo, ni
quiero ni puedo acertar en esas cosas. Pero a la vista está que la situación
sigue siendo caótica y que quizá la crisis no es más que la antesala a un nuevo
paradigma con una nueva constitución económica, financiera, productiva y,
fundamentalmente, política. No nos olvidemos de la política.
No me acostumbro por ser agorero, creo
que saldremos, más tarde o más temprano saldremos, la humanidad ya ha vivido
crisis (incluso peores) y seguimos dando tumbos por el mundo. Pero es urgente
revisar que se hacía hace apenas cinco años, que hacemos ahora y cómo
corrigiendo aquello que hay que cambiar, cauterizar una herida que lleva mucho tiempo
abierta y no para de crecer, la de las desigualdades y las brechas entre los más
ricos y los más pobres. Hoy por hoy no hay respuestas, deberían haberlas. Es la política, y no los mercados o los gestores económicos los que deben de llevar las riendas de ese futuro. La
indignación procede, en su mayoría, de esa falta de respuestas, pero ese es
otro tema.
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