sábado, 11 de septiembre de 2010

ERIC GUILLEM TIENE UN AÑO (Y UNOS DÍAS)



Como ha habido tal aluvión de comentarios positivos (vía Facebook todos) al anterior artículo acerca del primer cumpleaños de mi hijo Eric Guillem, me he decidido a escribir una segunda parte de mis aventuras como padre, tras un año de experiencia. Y eso que soy poco dado a hablar de mis intimidades más íntimas, soy bastante introvertido y bastante celoso de mis momentos más personales. Eso sí, serán las últimas en una temporada, no habrá un segundo bis de momento.
Lo que más me ha congratulado de mi hijo es su alegría. Nunca llegué a pensar que mi hijo sería tan sumamente alegre. Y por fortuna es capaz de contagiarlo a su alrededor, aunque no le conozcan. Es normal que en los ascensores, sea cual sea, sonría a aquella persona que viaje con nosotros y que esta persona acabe sonriendo y haciéndole una gracia, aunque sea un/a perfect@ desconocid@ (y si no lo hace nos miramos diciendo: "¡qué sies@!").
Mi mujer me dice que estoy enamorado de mi hijo, ¡cómo si ella no lo estuviera!. Además me sonríe y me hace gestos de que se me cae la baba cuando estoy con él o lo tengo en brazos. Pues sí, tiene toda la razón. Estoy enamorado perdidamente de ese enano y con imaginarlo, intuirlo, sin necesitar siquiera verle, se me cae la baba. Ha habido algún momento de bajón en este año, por circunstancias externas, y gracias a Eric Guillem lo he superado, es más potente que un chute de Prozac en vena. Sin efectos secundarios, pero igual de adictivo (o más).
Eric Guillem tiene tres gracias principales:
1.- negar con la cabeza. Hace bastante gracia que un niño tan pequeño sea capaz de contestar que no, aunque es lo único que contesta. Mi suegra se lo enseñó, aunque se quedó a mitad de lección: debería haberle enseñado también a decir que sí, con la cabeza. Aunque ya sé, por algún libro, que es de los primeros gestos que aprenden.
2.- dar palmas. El tío tiene bastante habilidad con esto de las palmas. Las da con las manos abiertas y acierta, vaya que si acierta. Hasta hace ruido. Alguna vez las ha dado con un poco de compás, al ritmo de lo que sonara, pero se le va pronto (ojalá fuera un mini-Mozart).
3.- sacar la lengua y decir, a bla bla bla. Se puede ve en el vídeo que acompaña al anterior post. Esto me hace especial gracia ya que fui yo quien se lo enseñé, y por supuesto me paso el día haciendo lo mismo que él, con la consiguiente coletilla "¿quién de los dos es el crío?".
Además de todo esto el jodío niño es extremadamente listo. Cuando ve que hacemos algo intenta imitarlo. Ya le ha dado con abrir y cerrar cajones, y con el portátil, que también intenta abrirlo y cerrarlo. Aparte sube escaleras y alguna cosa más que no recuerdo. Ah, sí, en el coche alguna vez lo he sentado conmigo en el puesto del conductor (con el coche parado y sin contacto, que no hay que ser cafre) y tira mano a la palanca de cambio de marchas y a los mandos de las luces y el limpiaparabrisas. También gira un poco el volante.
Y tooooooodo esto que he enumerado (y más, que aún me quedo corto de contar) lo hace y se parte de risa, como queriendo decir: "qué, pensabas que no sería capaz...".
Otra característica es su chulería innata (digo yo innata porque con un año o es así o no es). Un ejemplo, desde que tenía unos pocos meses es capaz de descalzarse. Es prácticamente imposible que un zapato le dure más de 5 minutos en el pie. Ya hemos optado por llevarlo la mayor parte del tiempo descalzo, aunque se nos acuse de parecer pobres, hippies, descuidados o, directamente, gitanillos (con todos los respetos, los que les falta Sarkozy). El caso es que, después de descalzarse, coge el zapato en cuestión, alarga el brazo y abre la mano mirando al tendido mientras el zapato, debido a la ley de gravitación universal, cae al suelo. Cambia zapato por cualquier objeto (un juguete, por ejemplo) y añádele una ubicación: el carrito (donde además se levanta y surfea cuan rubio californiano), el parque (del que trepa para escapar) la bañera, etc. Lo hace con total indiferencia, con una mirada casi vacía, una expresión de "me importa todo un pito". Un nihilista en potencia.
Pero si hay dos gestos con los que me gana son con el que indica que tiene sueño y con el que indica que te quiere (o eso creo yo). El segundo es morderme la nariz. No sabe dar besos (cosa normal, porque esquiva los que le damos, ¿o sólo es a mí y mi barba?) y creo que su máxima expresión de afecto es un bocado en la punta de la nariz (la de otro, no la propia, claro). Ahora lo complementa con la negación, lo que algún día implicará que me serrará la nariz y necesitaré una implantación de urgencia. El otro gesto, cuando tiene sueño, es muy dulce y lo hace cuando está en brazos; se desliza un poco hacia el suelo y te abraza pasando los brazos por debajo de los sobacos. Eso sólo quiere decir que quiere dormir.
Como imita a sus padres también quiere comer lo que comemos nosotros, obvio, las papillas esas de cereales no saben a nada, los potitos están algo mejor, pero es muy triste comer sin sal ni azúcar. Nos mira ensimismado, y nosotros no podemos resistir la tentación de darle a probar, además así se acostumbra a probar nuevos sabores, siempre dentro de la cordura, porque mira mis cervezas y no le daré ni de coña, que es mía.
Este niño es un querubín, ahora mismo lo tengo a mi lado, en su cuna, mientras yo escribo a estas horas, en las que normalmente devoro algún libro o estoy en brazos de Morfeo, que por otra parte suele ser lo más habitual. Sí, se me cae la baba. Lo miro y no me lo creo. Muchas veces me surgen las dudas que supongo le surgirán a todos los padres, y espero estar a la altura. Aunque soy agnóstico rezo para que nada malo le ocurra. Hasta en eso te puede cambiar un hijo.
Mañana por la mañana otra vez me tocara lidiar con este terremoto que se sale de la escala Richter. Habrá momentos en los que me enfade, en los que me tenga que poner serio para que sea un poco disciplinado (que se levante del carrito mientras circulamos hiela la sangre en numerosas ocasiones), pero al poco todo se olvida y acabamos riendo con este niño y preguntándonos cómo es posible que hasta llorando sea el niño más guapo del mundo (ay, el amor de padre...).

1 comentarios:

Laura Ruiz dijo...

Será el amor de "Tita Laura", pero yo también considero que tu hijo es precioso. Me encanta leer estas entradas, me ponen de buen humor, y creo que algo tan bonito como Eric se merece muchas más :)

Mándale un besazo enorme, otro para la mami y otro para ti, Santiago! ^^

 
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