miércoles, 20 de enero de 2010

ESTA CATÁSTROFE NO ES MÍA

Reflexionamos durante un par de minutos. Entonces respiramos aliviados. Miramos a nuestro alrededor para corroborar que no nos hemos adelantado en nuestras conclusiones. Es cuando abrimos la boca para comentar algo que no siempre aporta novedad alguna.

La tele nos tirotea con ráfagas de imágenes acerca de la catástrofe que se acaba de producir. Los periódicos (tanto los digitales como los impresos) nos muestran las fotos de las víctimas, a veces con una elegante elipsis, a veces con toda su crudeza. Las radios nos relatan con detalle y en riguroso directo lo que acontece.
Ahora es el terremoto de Haití, como en otras ocasiones fueron los huracanes sobre Latinoamérica, el tsunami en Asia, las hambrunas africanas o los atentados terroristas. El esquema de la noticia siempre es el mismo, como un Telediario en Año Nuevo.
Contaba Arturo Pérez-Reverte en Territorio Comanche, esa novela que es una autobiografía difusa, que durante la Guerra de Bosnia, a modo de experimento, pues todos los muertos son iguales, decidieron editar un video incluyendo un cadaver de la guerrilla nicaragüense (si mal no recuerdo). Nadie se dió cuenta. Los reportajes de las catástrofes son iguales, puedes colar uno de cualquier otra catástrofe y nadie se dará cuenta.
Creemos que estamos protegidos contra estas desgracias, la pantalla de la televisión, pasar página en el diario, bajar el volumen de la radio, nos aleja del drama, que no es nuestro drama. Nos alegramos, de manera egoísta, de un dolor que no nos afecta.
Yo me alegro, he de decirlo sin tapujos, que no me haya tocado ninguna de estas catástrofes. Supongo que será por la responsabilidad de ser padre, pero cuando las noticias tienen como sujetos a los bebés, me entra desasosiego. Me pongo en lugar de ese padre cuyo hijo va a ser rescatado, o peor, aunque en ese caso hago el ejercicio mental de evitar llegar al final de mi propia ficción. Me alegro, efectivamente, de que mi hijo esté sano y salvo.
Me enorgullezco de que la sociedad, esta misma sociedad que hace apenas quince días se preocupaba por si le regalarían un teléfono móvil mejor (a ser posible con pantalla táctil), aquel videojuego que acaba de salir, un reloj sumergible, o qué sé yo; sea capaz de colaborar, aun simbólicamente, para paliar el sufrimiento de aquellos que vemos por televisión. Enseguida ingresamos dinero en cuentas que gestionan ONG, o arrimamos el hombro para que el mal dure lo menos posible. Somos así de duales.
Haití, dentro de unos meses será aquel tema del que se habló hace un tiempo. Ya ha ocurrido, volverá a ocurrir. Como la catástrofe no nos afecta al 100% podemos seguir tranquilamente con nuestras vidas, como de hecho lo hacemos. Mientras en algunas partes del mundo reparten sacos de arroz para toda una semana, yo no puedo dejar de pensar qué voy a cenar esta noche. Tengo que ir a comprarlo. Somos así.


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