martes, 30 de junio de 2009

SUERTE

La otra noche estaba viendo en Cuatro el programa de reportajes 21 Días, dedicado a la vida de los inmigrantes ilegales (los simpapeles). Por si desconoces la temática del programa, comento rápidamente que trata de que una periodista (Samanta Villar) se mete directamente en la piel de los que sufren el problema a tratar durante 21 días. Es decir, 21 días viviendo en la calle, 21 días sin comer simulando un trastorno alimenticio, 21 días fumando porros, etc. Ahora ha estado 21 días viviendo como un inmigrante ilegal: trabajando en la recogida de la fresa, durmiendo en una improvisada chabola en un campamento situado en un bosque...
Los métodos que llevan a cabo en el programa no convencen a todo el mundo ya que en ocasiones llevan a un punto de no retorno ciertas situaciones y, al estilo de Michael Moore, condicionan en exceso a la audiencia con ciertos temas que no requieren de posiciones tibias y que dejaría en una situación descubierta a aquell@s que pensaran otra cosa que no fuera lo que se presenta. Por ejemplo, nadie debería pensar que l@s enferm@s de anorexia no requieren de un cariño especial de parte de quienes están a su alrededor.
Como digo el último programa estuvo dedicado a los inmigrantes irregulares. Al final del reportaje un chico subsahariano, joven, en buena forma, se lamenta de su destino, de todo lo que ha tenido que pasar para acabar malviviendo en un bosque. Reflexiona acerca de la suerte. ¿Qué es la suerte? Evidentemente sentencia que los españoles, por el mero hecho de estar viviendo en nuestro país, ya tenemos suerte.
Es tan obvio que casi da vergüenza preguntárselo. Claro que tenemos suerte. No hemos tenido que salir de nuestra tierra para buscarnos la vida. No tuvimos que embarcar en una patera hacinada y soportar una travesía de la que sobrevivimos por chiripa. No estuvimos hambrientos, ni dormimos en un colchón de cartón, ni esperamos a que una furgoneta decidiera si somos aptos para recoger fresas a seis euros la hora. No. Nosotros nacimos por aquí. Tuvimos suerte.
Acerca de la suerte se ha escrito mucho. Recomendaría el libro de Álex Rovira y Fernando Trias de Bes La Buena Suerte (quizá ya lo conozcas, es un best-seller), una fábula sencillita que nos enseña que nosotr@s somos los motores que generan las situaciones óptimas, en definitiva, la buena suerte. También habla de la mala suerte, un chivo expiatorio de nuestras torpezas; y del azar, una feliz coincidencia que hay que saber gestionar.
Pero la suerte (la buena y la mala) tiene tantas caras como personas que la observan. No hay que irse muy lejos para que nos demos cuenta de esto. Para mí aquellos que se han librado de acompañar a Bernard Madoff a la prisión de por vida a pesar de que delinquieron al no revisar con garantías el sistema de ganancias piramidal de aquél, han tenido muchísima suerte. Sin embargo alguien creerá que haber perdido todo su dinero por querer especular es tener muy mala suerte. Cuestión de perspectiva, evidentemente.
Ojalá en el mundo tod@s tuvieran la suerte de no tener que emigrar para alimentar a una familia, ojalá la suerte fueran pequeñas cosas como encontrarte una moneda en el suelo y la mala suerte perder el metro que te lleva al trabajo que no te gusta. Ojalá nuestras máximas preocupaciones fueran por minucias, eso sí que sería suerte.

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