Esta semana hemos conocido una de esas noticias que hace que te conectes de nuevo a la vida y que por un segundo consigas olvidar la maldita crisis, la corrupción política y que en otro punto del planeta hay descerebrados que por unos motivos tan fútiles como inconsistentes se masacran sin piedad. La noticia procede del hospital sevillano Virgen del Rocío (quizá os suene raro incluir en la misma frase "buena noticia" y "hospital español") en la que hace cinco meses nació un bebé seleccionado genéticamente para que, sin la enfermedad hereditaria que afecta a su hermano, pudieran usarse células madres de su cordón umbilical para ser trasplantadas en la médula de su hermano. Así se ha conseguido que remita la enfermedad de Andrés (el hermano mayor) y que reducía su esperanza de vida hasta los veinticinco años.
La familia irradia felicidad en un triple acontecimiento feliz: el nacimiento de un nuevo miembro, Javier, "un hijo tan deseado y querido como el que más" (en palabras de la propia madre), y que además ha servido para curar a su hermano enfermo; Andrés conseguirá vivir una vida plena y sana; y además Andrés ha cumplido siete años.
Esta noticia abre la puerta a muchísimas familias cuyos hijos están enfermos y cuya curación pasa hoy por hoy por la ingeniería genética y por la concepción de bebés sanos, cuyas células madres puedan ser utilizadas para salvar a sus hermanos. Sólo en España alrededor de sesenta familias se encuentran en la misma situación. La esperanza a día de hoy es grandísima, aunque en muchos casos el tiempo que exigen los trámites burocráticos alargue de manera desesperante el sufrimientos de los padres.
Esta noticia se ha conocido la misma semana que el presidente norteamericano Barack Obama ha dado luz verde a la financiación federal (estatal) de las investigaciones con células madres. Durante ocho eternos años, la administración Bush ha paralizado estas investigaciones y ha paralizado los fondos dirigidos a los investigadores por un incomprensible temor ético. Sin irnos mucho más lejos, el actual ministro español de Sanidad, Bernat Soria, tuvo que emigrar de la Comunidad Valenciana a la andaluza porque la legislación le impedía continuar con sus estudios y ensayos clínicos con células madres.
Esta es la sombra de esta noticia, una sombra negrísima que no produce más que asombro en quien la oye. Produce estupefacción, rabia, indignación, un asco más allá de lo religioso. Repugnancia por la hipocresía. La Conferencia Episcopal española, liderada por el inefable Rouco Varela, muestra sus recelos a estas técnicas, ya que al seleccionar un embrión otros se desechan. Es escandaloso que se tenga más consideración por un puñado de células que por un niño que a los veinticinco años puede morir. Defienden la vida, ¿pero qué vida? De todas maneras los embriones desestimados contendrían la enfermedad, con lo cual volveríamos a las mismas, nacería un niño enfermo con una esperanza de vida reducidísima.
La Conferencia Episcopal y sus jefes vaticanos deberían de revisar sus escalas de valores, ya que muchos ciudadanos, creyentes o no, las estiman inadecuadas (cuanto menos). Al igual que el aborto, legislar no significa que obliguen a abortar, sólo lo realizarán aquellas mujeres que lo crean conveniente.
Al hilo de estas declaraciones de los eclesiásticos sólo puedo incluir el viejo lema medieval y recomendarles el "ora et labora", y aconsejarles que no prediquen donde ellos no deberían, que no interfieran en asuntos tan susceptibles (como el uso del preservativo para prevenir las enfermedades de transmisión sexual). A los padres de Andrés y Javier les doy mi enhorabuena, por ese hijo salvador y por su hijo sano. Por cierto, Andrés tiene clara su vocación: quiere ser médico hematólogo, para ayudar a otros niños que enfermen como él. Bienvenidos sean.
La familia irradia felicidad en un triple acontecimiento feliz: el nacimiento de un nuevo miembro, Javier, "un hijo tan deseado y querido como el que más" (en palabras de la propia madre), y que además ha servido para curar a su hermano enfermo; Andrés conseguirá vivir una vida plena y sana; y además Andrés ha cumplido siete años.
Esta noticia abre la puerta a muchísimas familias cuyos hijos están enfermos y cuya curación pasa hoy por hoy por la ingeniería genética y por la concepción de bebés sanos, cuyas células madres puedan ser utilizadas para salvar a sus hermanos. Sólo en España alrededor de sesenta familias se encuentran en la misma situación. La esperanza a día de hoy es grandísima, aunque en muchos casos el tiempo que exigen los trámites burocráticos alargue de manera desesperante el sufrimientos de los padres.
Esta noticia se ha conocido la misma semana que el presidente norteamericano Barack Obama ha dado luz verde a la financiación federal (estatal) de las investigaciones con células madres. Durante ocho eternos años, la administración Bush ha paralizado estas investigaciones y ha paralizado los fondos dirigidos a los investigadores por un incomprensible temor ético. Sin irnos mucho más lejos, el actual ministro español de Sanidad, Bernat Soria, tuvo que emigrar de la Comunidad Valenciana a la andaluza porque la legislación le impedía continuar con sus estudios y ensayos clínicos con células madres.
Esta es la sombra de esta noticia, una sombra negrísima que no produce más que asombro en quien la oye. Produce estupefacción, rabia, indignación, un asco más allá de lo religioso. Repugnancia por la hipocresía. La Conferencia Episcopal española, liderada por el inefable Rouco Varela, muestra sus recelos a estas técnicas, ya que al seleccionar un embrión otros se desechan. Es escandaloso que se tenga más consideración por un puñado de células que por un niño que a los veinticinco años puede morir. Defienden la vida, ¿pero qué vida? De todas maneras los embriones desestimados contendrían la enfermedad, con lo cual volveríamos a las mismas, nacería un niño enfermo con una esperanza de vida reducidísima.
La Conferencia Episcopal y sus jefes vaticanos deberían de revisar sus escalas de valores, ya que muchos ciudadanos, creyentes o no, las estiman inadecuadas (cuanto menos). Al igual que el aborto, legislar no significa que obliguen a abortar, sólo lo realizarán aquellas mujeres que lo crean conveniente.
Al hilo de estas declaraciones de los eclesiásticos sólo puedo incluir el viejo lema medieval y recomendarles el "ora et labora", y aconsejarles que no prediquen donde ellos no deberían, que no interfieran en asuntos tan susceptibles (como el uso del preservativo para prevenir las enfermedades de transmisión sexual). A los padres de Andrés y Javier les doy mi enhorabuena, por ese hijo salvador y por su hijo sano. Por cierto, Andrés tiene clara su vocación: quiere ser médico hematólogo, para ayudar a otros niños que enfermen como él. Bienvenidos sean.
Siempre me ha parecido que a un ser humano sólo le puede salvar otro ser humano.
Heinz G. Konsalik (1924-1999) Escritor alemán
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