sábado, 16 de agosto de 2008

IGNORANCIA VS. CONSCIENCIA

Dice Laura en su blog que la ignorancia mata (bueno, lo dice en valenciano, de ahí la tilde abierta en la "a"), pero no creo que sea así. Tengo la tesis contraria, la ignorancia proporciona felicidad, pero a un precio muy alto, una felicidad vacía, vana, sin sentido. No estoy diciendo que las personas con mayores conocimientos sean infelices, pero les cuesta más porque son plenamente conscientes de todo lo que les rodea, tanto bueno como malo.
No estoy haciendo proselitismo de la ignorancia. Eso sí, en ocasiones me gustaría ser un ignorante. Lo veo en la calle, en ciertos recintos culturales, hay gente que se la trae al pairo lo que piensen de ellos y no les importa chillar en el interior de un museo, comer pipas en un teatro o sentar cátedra con sentencias que dicen justo lo contrario que el cartel que hay frente a ellos y que, evidentemente, no se han llegado a leer. La cultura es una mierda, eso sólo es para pijos encorsetados (curiosamente los que después menos consumen productos culturales).
La televisión es su mejor compañera, les ofrece mucho más de lo que ellos pueden darle. Por nada les ofrece durante 24 horas, siete días a la semana, un abanico de personas igualitas que ellos: no leen, no respetan, no piensan. Todo hecho, ningún esfuerzo, la televisión mastica, traga, deglute, incluso caga por ellos. Porqué si no siguen habiendo Grandes Hermanos y Operaciones Triunfos, adalides de la calidad y el buen gusto. Su tribu está protegida por los programadores que se empeñan en torturar a esos exigentes ilustrados postergando sus programas favoritos a horas intempestivas, haciendo que se conviertan en huraños animales nocturnos. Aunque la revolución ya está en marcha, la tecnología auspiciada por otros miembros del clan de los listos ha hecho que cada uno sea su propio programador y que hayan tantos canales como cerebros rumiando.
Y qué decir del dinero que se ahorran a final de mes, ni libros ni estanterias para albergarlos. Ni un duro en teatros ni museos. Los ignorantes llegan a fin de mes, y les sobra para estrenar trapitos con los que emborracharse en los garitos "más mejores".
Por todo eso y más quiero ser ignorante, para que algunos políticos no tengan que gastarse dinero en televisiones ruinosas que nos adormecen la razón, para no tener que estar preocupado porque no encuentro trabajo con mi titulación universitaria, porque tengo varios proyectos en la cabeza y necesitaría que el día tuviese al menos 32 horas, porque me preocupo por todo y no puedo abarcar más que lo que a un palmo de mi nariz se mueve...
Pero no me digas, fan de la intelectualidad, que al saber que eres de los elegidos que se acercan a un museo voluntariamente (no porque haya que visitarlo obligatoriamente como el resto del circuito en autobús), escuchan ese disco pequeñito o ven una película tan minoritaria que no sabes ni cómo la han rodado, no te sientes especial. Entonces empuñas el mando del televisor con fuerza y apagas el aparato mientras le haces un corte de mangas con la mano con la que sostienes un libro. Ignorantes, no sabéis lo que os estáis perdiendo.
- Papá, ¿qué diferencia hay entre la ignorancia y la indiferencia?
- Hijo mío, ni lo sé ni me importa.
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