viernes, 13 de junio de 2008

ORO NEGRO

Contínuo la serie de artículos acerca del petróleo, el combustible del mundo.
Que el precio se haya disparado no es la reacción a unos extraños, oscuros y espúreos tejemanejes llevados a cabo en despachos de altas torres, aunque de esto último sí que hay algo.
Si algo sabes de economía es que hay una regla básica en los negocios, la ley de la oferta y la demanda. Si existe una gran demanda y una oferta limitada suben los precios, como es el caso actual. Los países de la Opep se empeñan año tras año en reducir la producción de petróleo para hacer aumentar el precio de éste y embolsarse una mayor cantidad de beneficios, algo que ciertamente es lógico, si pensamos como un capitalista. Aunque, ¿a quién no le gustaría ganar más por el mismo trabajo, o incluso por trabajar menos?
Así piensan los productores, a los que se unen los especuladores, liendres sin escrúpulos que se aprovechan del necesario consumo de la humanidad para sacar tajada. Ante el retroceso mundial han aprovechado para fijarse en los mercados de futuro, y en el petróleo. Voy a contar una anécdota que leí hace un tiempo, es rigurosamente cierta y da muestra del carácter del ser humano (de uno en particular). El pasado 2 de enero (de 2008), el barril de petróleo alcanzó por primera vez en los mercados el precio de 100 dólares. Un especulador compró un partida de 1.000 barriles a 100 dólares (por unidad) y acto seguido vendió los mismos barriles a 99,40 dólares. Con esta transacción perdió 600 dólares, pero se convirtió en la primera persona que pagó 100 dólares por un barril, lo que le ha servido para pasearse ufano por los mercados de valores. La estupidez humana no tiene límites.
En los últimos años se ha experimentado un considerable aumento del consumo mundial de petróleo. Los países protagonistas han sido principalmente China y la India. Sus argumentos son factibles, desean crecer, desean progresar. Estos dos países son el prototipo de lo que otros demandarán en un futuro cercano, su derecho ha crecer económicamente, a tener una industria poderosa que pueda competir globalmente. Obviamente tienen razón, nadie puede impedir a estos países una reivindicación que es justa. España progresó, Europa progresó, ellos quieren hacerlo. Pero los países emergentes son muchos y el consumo aún se puede disparar más en los próximos años.
Es una pescadilla que se muerde la cola. Desde occidente rogamos a esos países emergentes que reduzcan sus emisiones, China entiende que le piden que salgan de un semaforo en segunda y no en primera, como hicieron aquellos. Además, los países más desarrollados aprovechan los estándares medioambientales de los países emergentes, más laxos, menos rigurosos que los locales para venderles la maquinaría que aun siendo efectiva, está fuera de la ley, así aprovechan para alargar la vida de un producto y obtener mayor beneficio. Pero también queremos poner trabas a China porque sabemos que en cualquier momento engullirá nuestra producción por los bajos costes de la suya. Por cierto, los chinos han vuelvo a hacer que se incremente el consumo de carbón, ese sucio combustible.
Si observamos de dónde procede el crudo nos daremos cuenta de que prácticamente todo procede de zonas en conflicto o políticamente inestables, lo que añade un precio mayor al petróleo debido a la incertidumbre de un abastecimiento satisfactorio a corto plazo. Irán, Irak, Kuwait, Venezuela, Ecuador, Nigeria, Angola o Argelia son países pertenecientes a la Opep y que no se distinguen por unas democracias fuertemente consolidadas o directamente están en conflicto. La guerra (salvaje y olvidada) de Darfur viene propiciada por los importantes recursos de esta zona, principalmente agua y petróleo; se tapa con la excusa religiosa. Rusia pretende dominar el Mar Negro para hacerse con el control del petróleo y del gas natural (Chechenia, Ucrania y repúblicas de nombres imposibles). Puntos calientes del planeta. Se reviven viejas disputas territoriales como la que tienen China y Japón por unas islas del Índico, controlarían la ruta de una cuarta parte del crudo mundial. Turquía y el Kurdistán, zona de paso de gaseoductos y oleoductos hacia Europa. Qué decir de George W. Bush y su liberación iraquí.
Las empresas pretenden explotar los últimos yacimientos vírgenes de hidrocarburos, aunque sean pequeños el negocio es grande. Hasta España puede convertirse en un productor, pequeño pero productor, lo nunca visto.
El mundo, aunque nos pese en el alma, se mueve por este viscoso reducto fósil y la situación no tiene visos de cambiar siquiera a medio plazo. Siempre lo decimos, ojalá se acabará el petróleo de un día para otro, pero no estoy seguro de que fuera la solución, pero sería un alivio. Las energías renovables son un buen complemento, de momento no la solución. Por si acaso ya tengo mi bicicleta para moverme por la ciudad, energía 100% renovable, aunque limitada, no hay para más.
Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) Escritor español.

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