lunes, 16 de noviembre de 2015

PARÍS JE T’AIME


Sí, este es otro artículo de opinión acerca de los atentados que el viernes 13 de noviembre (la fecha, como en otros atentados en Occidente, no es casual) provocaron el caos en la capital gala y han inoculado el virus del miedo en el resto de países del entorno, entre ellos España, claro está.
Mucho se ha debatido ya acerca de la avalancha mediática que han provocado los ataques en contraposición con la ligereza que estos mismos atentados (o peores) en los países de Oriente Próximo y Medio tienen en los informativos occidentales. ¿Estamos clasificando muertos de primera y de segunda?
Vaya por delante que a mí sí que me producen más temor los atentados en París que en Beirut, por ejemplo, aunque la congoja por las personas inocentes que son asesinadas sea exactamente igual. Y me producen mucho temor porque son a la vuelta de la esquina. Ha sido París, como anteriormente fue Madrid. Y como puede ser (espero enfervorecidamente que no) Barcelona o Valencia. Y me preocupa porque hasta hace unos meses tenía familiares viviendo en París (incluído niños) y porque tengo familia aún residiendo en Francia, el país que parece, a priori, el más amenazado de Europa.
Además, ¿quién no ha ido a un concierto? ¿Quién no ha ido a ver un partido de fútbol a un estadio? ¿Quién no se ha tomado un café en un bar o ha ido a cenar fuera? Esa sensación de vulnerabilidad, empatizar con las víctimas y pensar que podríamos ser nosotros, es una sensación muy poderosa.
No, para mí no hay muertos de primera y segunda, hay cercanía y lejanía, y al igual que pasa con todo aquello que está lejos, nos importa menos que lo inmediato.
Los atentados en París han servido para que recordemos lo que otros países están viviendo ¡a diario!, conviven con terroristas y en cualquier momento, mientras realizan sus quehaceres, pueden morir. Pasamos de soslayo sobre cinturones bomba en mercados, coches que explotan contra bases militares, y matanzas contra inocentes. No sé si está sensación de unidad frente al terror será duradera, pero mucho me temo que alcanzará hasta que nos desembaracemos del miedo.
Aparte de la amenaza terrorista, me preocupa en nuestros dirigentes la escala del lenguaje bélico, que ha tenido una primera reacción en un bombardeo en Siria. Hay quien dice que estamos dentro de una guerra, un nuevo tipo de guerra, y que no nos hemos percatado. Soy consciente que hoy por hoy las soluciones dialogadas pueden servir de poco, pero desde luego un bombardeo no ayuda a mejorar las cosas. Seguro.
Y entre tanto los medios de comunicación repiten con el rito que ya hemos visto (por desgracia) otras veces. Tras el shock inicial empiezan a mostrar imágenes cruentas de los ataques. Las redes sociales se han convertido en una buena fuente de estas imágenes. No es difícil encontrar un programa en televisión que las repita en bucle. También están los diarios, ahora los digitales, que le ponen rostro a la tragedia. “ Fulanit@, tantos años, trabajaba de…, y le regalaron unas entradas para ir a la discoteca”.

Tocan vivir tiempos duros, y toca pensar si nuestros privilegios (aquellos que nos otorga vivir en la Europa avanzada) deberían ser compartido, incluso entre los que hace años que viven con nosotros. La prueba está en que los terroristas eran ciudadanos europeos. O eso nos han contado.

Fuente de la imagen: http://mundoimagenes.org/wp-content/uploads/2015/11/Francia-Luto-7694631.jpg

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