Sí, este es otro artículo
de opinión acerca de los atentados que el viernes 13 de noviembre (la fecha,
como en otros atentados en Occidente, no es casual) provocaron el caos en la
capital gala y han inoculado el virus del miedo en el resto de países del
entorno, entre ellos España, claro está.
Mucho se ha debatido ya acerca
de la avalancha mediática que han provocado los ataques en contraposición con
la ligereza que estos mismos atentados (o peores) en los países de Oriente Próximo
y Medio tienen en los informativos occidentales. ¿Estamos clasificando muertos
de primera y de segunda?
Vaya por delante que a mí
sí que me producen más temor los atentados en París que en Beirut, por ejemplo,
aunque la congoja por las personas inocentes que son asesinadas sea exactamente
igual. Y me producen mucho temor porque son a la vuelta de la esquina. Ha sido
París, como anteriormente fue Madrid. Y como puede ser (espero
enfervorecidamente que no) Barcelona o Valencia. Y me preocupa porque hasta
hace unos meses tenía familiares viviendo en París (incluído niños) y porque
tengo familia aún residiendo en Francia, el país que parece, a priori, el más
amenazado de Europa.
Además, ¿quién no ha ido
a un concierto? ¿Quién no ha ido a ver un partido de fútbol a un estadio? ¿Quién
no se ha tomado un café en un bar o ha ido a cenar fuera? Esa sensación de
vulnerabilidad, empatizar con las víctimas y pensar que podríamos ser nosotros,
es una sensación muy poderosa.
No, para mí no hay
muertos de primera y segunda, hay cercanía y lejanía, y al igual que pasa con
todo aquello que está lejos, nos importa menos que lo inmediato.
Los atentados en París
han servido para que recordemos lo que otros países están viviendo ¡a diario!,
conviven con terroristas y en cualquier momento, mientras realizan sus
quehaceres, pueden morir. Pasamos de soslayo sobre cinturones bomba en
mercados, coches que explotan contra bases militares, y matanzas contra
inocentes. No sé si está sensación de unidad frente al terror será duradera,
pero mucho me temo que alcanzará hasta que nos desembaracemos del miedo.
Aparte de la amenaza
terrorista, me preocupa en nuestros dirigentes la escala del lenguaje bélico,
que ha tenido una primera reacción en un bombardeo en Siria. Hay quien dice que
estamos dentro de una guerra, un nuevo tipo de guerra, y que no nos hemos
percatado. Soy consciente que hoy por hoy las soluciones dialogadas pueden
servir de poco, pero desde luego un bombardeo no ayuda a mejorar las cosas. Seguro.
Y entre tanto los medios
de comunicación repiten con el rito que ya hemos visto (por desgracia) otras
veces. Tras el shock inicial empiezan a mostrar imágenes cruentas de los
ataques. Las redes sociales se han convertido en una buena fuente de estas imágenes.
No es difícil encontrar un programa en televisión que las repita en bucle. También
están los diarios, ahora los digitales, que le ponen rostro a la tragedia. “
Fulanit@, tantos años, trabajaba de…, y le regalaron unas entradas para ir a la
discoteca”.
Tocan vivir tiempos
duros, y toca pensar si nuestros privilegios (aquellos que nos otorga vivir en la
Europa avanzada) deberían ser compartido, incluso entre los que hace años que
viven con nosotros. La prueba está en que los terroristas eran ciudadanos
europeos. O eso nos han contado.
Fuente de la imagen: http://mundoimagenes.org/wp-content/uploads/2015/11/Francia-Luto-7694631.jpg
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