

Estas dos imágenes muestran una realidad brutal. Un narco ha sido abatido a tiros y su cadáver ha sido abandonado en un carrito de la compra. Lo que más me aterra no es que haya un muerto en mitad de la calle (que es bastante pavoroso), si no que la gente lo observe con un mezcla de indiferencia y curiosidad, convirtiéndolo en algo habitual.
Esta, por desgracia, es la realidad, a día de hoy, de Río de Janeiro, una ciudad donde la violencia es la ley y que tendrá que hacer un esfuerzo brutal para atajarla antes del 2016, o si me apuras, antes de que el primer turista llegue a presenciar los JJOO.
Habrá quien piense que la decisión de elegir a Río de Janeiro ha sido errónea, y que toda la buena voluntad que le ponga Lula no será suficiente. Pero no hay marcha atrás. También Pekín (o Beijing) fue criticada, no hay más que repasar el archivo de este blog.
La muerte es cruel y descarnada, la muerte dentro de una favela es una moneda de cambio corriente, como pueda ser una dosis de cocaína o un filete. Comprender este fenómeno es fácil (por decir algo) gracias a la maravillosa película Ciudad de Dios, del director Fernando Meirelles.
Pero este fenómeno de vanalización de la muerte, no es exclusivo de Río de Janeiro. En México acaban con las mujeres, con los narcos y con aquellos que quieren cruzar la frontera. En Nápoles con aquellos y aquellas que tienen algo que ver con alguien que alguna vez fue algo (Roberto Saviano lo narra con estremecedora precisión en su maravilloso Gomorra) se ejecuta la ley de la vendetta.
No obstante, lo que peor se entiende es el velo de impunidad que suele cubrir a los verdugos. Acabar con la vida otra persona es relativamente fácil, evidentemente desde el punto de vista material, ya que somos frágiles (moralmente debe ser terriblemente complicado finar a un congénere, lo supongo, nunca lo he experimentado; ni ganas). Pero parece que la impunidad azuza a aquellos que tienen la puñalada ligera o el gatillo rápido, no piensan que el castigo caerá sobre ellos. Las víctimas desamparadas son víctimas dobles.
Pero no quiero ser negativo, confío en la diligencia de Brasil (entendiendo los JJOO como un proyecto nacional) para acabar con este lastre. El contrapunto a las favelas siempre será el sambródromo y Copacabana. Y la esperanza de que hayan más Carlinhos Brown para que la música sea más atractiva que la violencia.
1 comentarios:
Tremendas las imágenes...
Saludos.
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