domingo, 14 de septiembre de 2008

PARAGUAS NEGROS

El pasado día 8 de septiembre se vivió en Hondarribia un nuevo caso de machismo y de vergüenza colectiva que apela a la tradición y que se viste de una estrechez de miras que asusta bastante.
Por si no lo sabes te lo explico. En esta población guipuzcoana se celebra cada año el desfile del Alarde que conmemora una victoria frente a las tropas francesas. Esta celebración tiene una particularidad, las mujeres tienen limitada su participación como cantineras y no como participantes de pleno derecho. Pero una compañía, Jaizkibel, ha querido saltarse esta estúpida tradición y han creado una compañía mixta que tiene enfrentado al pueblo. Los intransigentes han querido protestar luciendo paraguas negros con los que taparse la vista. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Estos paraguas, vistos desde el lado contrario, nos ocultan la vergüenza de quienes prefieren mirar al pasado y cerrar los ojos ante el presente; no quiero pensar que dirán del futuro. Mejor así, que se oculten, prefiero no verlos ni verlas, porque entre tanto machismo hay muchas mujeres. Afortunadamente hay ciudadanos que al paso de Jaizkibel regalan aplausos de apoyo que reconfortan y fortalecen.
No es el primer año que hay protestas, aunque otros años utilizaron máscaras con personajes infantiles, ridiculizando a aquellos y aquellas que han dado un paso adelante en la integración de TODOS en las fiestas y el desfile de TODOS. Lo escribo en mayúsculas para que lo lean aquellos que no quieren ver. No es el primer año que el pueblo protesta, pero tampoco son los primeros misóginos grupales.
En El Palmar, una pedanía de la ciudad de Valencia enclavada en pleno lago de la Albufera, la cofradía de pescadores prohibió heredar a las mujeres el derecho a pescar en el lago, ya que sólo podían hacerlo hombres. Un pescador no tuvo descendencia masculina (cosas que pasan) y su hija quiso heredar su derecho. Los jueces dieron la razón a las mujeres, pero la sinrazón de los cofrades, que negaban como los cabestros que son, les hizo situarse en la ilegalidad durante años. Después votarán a Rita y le aplaudirán el paso, igual que a la Virgen de los Desamparados, las dos figuras icónicas valencianas (por lo que parece), pero que las féminas no les toquen el lago, por si las moscas.
En Alcoy las mujeres no pueden ser capitanas de ningún bando, ni moro ni cristiano. Estoy seguro que muchas alcoyanas llevan los pantalones en casa y sus cónyuges se vengan a través de este acto festivo. La revancha del impotente.
Que pena me dan aquellos que son incapaces de ver que tras un género, un sexo, se sitúa una persona. No hay que mirar si entre las piernas algo te cuelga o no, hay que mirar en el interior del cráneo, en la valía real de los individuos. Pero claro, para eso quien mira tendría que tener amueblada la sesera, y eso es como pedir que cuenten los granos de arena que hay en el desierto, misión imposible.
El machismo se reviste con un manto que creen que vale para todo: la tradición. También es tradición (según los periodistas extranjeros) que los domingos se coma paella, yo lo hago en contadas ocasiones; es tradicional que por los caminos se viaje en carro tirado por animales, ahora se utiliza el automóvil por las autovías; es tradición cenar la familia junta en Nochebuena, cada año hay que decidir si cenamos con mis padres o mis suegros... La tradición tiene tantas lecturas como personas. Puestos a perpetuar tradiciones en contra de las féminas extendamos por el mundo la tradición de algunos países islámicos de lapidar mujeres por ser adúlteras, o la ablación de clítoris, o que tengan que acudir a extraer dinero del banco acompañadas de su marido (chicas, casaos), o reducirles el pie como a las gheisas, o...
La estechez de miras tiene cura y personas como las que componen la compañía Jaizkibel son la medicina. O las pescadoras de El Palmar, o cualquier mujer u hombre que se opone a una injusticia. La igualdad es que sólo se mire la capacidad no el sexo. Ojalá la ministra Aído tuviera un gran botón de reset, el trabajo que podría ahorrar.
Yo quisiera ir a Hondarribia a apoyar a este ejemplo de presente y futuro, si alguien me invita lo aceptaré encantado (lo dejo caer por si acaso). Ánimo, desde este pequeño blog haré fuerzas por vosotros y vosotras. Aurrera!
Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego. Proverbio árabe

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