domingo, 9 de agosto de 2009

MEJOR SER PLURALES

Me encantan los mundos plurales, me encantan. Odio aquello que huela a homogeneidad. Por eso confieso que me gusta vivir en un país como este, en el que el gobierno y los representantes de la ciudadanía (bueno, todos no) defienden todas las libertades antes de arrodillarse ante unos modos de vida únicos (y grandes y libres).
Pero dejando de lado la política, ya que parece que vaya a ponerme ahora mitinero, tendemos a un mundo unitario, monocromo, homogeneizado, en definitiva, aburrido. No acaba siendo decisión nuestra, en primer término, nos gusta que nos den las cosas mascaditas para que no tengamos que estrujarnos la mollera en exceso, por si sufrimos un sobrecalentamiento que ya hace bastante calor ambiental como para sofocarnos endógenamente, y preferimos ser solo dueños de la decisión final. Al final acabamos contentos, ya que parece que llevamos las riendas, cuando en realidad nuestro papel es poco menos que el de comparsas.
Voy a ceñirme al asunto con un ejemplo: los centros comerciales. Les tengo bastante tirria y sirven a la perfección para explicar el aborregamiento al que tendemos (me tengo que incluir aunque me fastidie admitirlo, no soy tan guay como querría hacer ver). Casi todos los centros comerciales suelen tener establecimientos comunes. Si se dedican al noble oficio de cubrir nuestra desnudez no puede faltar (y no quiero hacer publicidad de nadie) Zara. Añade otros comercios al uso que varían en ocasiones: Mango, Springfield, H&M, C&A, Pull and Bear...
Principalmente pertenecen a dos grandes grupos empresariales patrios, aunque también hay grandes empresas multinacionales foráneas.
Es extraño que alguna de estas marcas no aparezca en el directorio de un mall (como los llaman los yanquis). Para abreviar, súmale un hipermercado, una zona de restauración donde no faltarán las hamburguesas del payaso o del rey psicópata (que nadie descontextualice lo anterior que no quiero líos frente a la Corona, son muchos) ni las cervezas franquiciadas. Corónalo con unos multicines y ya tienes un centro comercial.
¿Soy el único ser humano que sufre un déjà-vu cada vez que traspasa la entrada de estos sitios? Por no hablar de la pluralidad existente en los multicines que acabo de mencionar. El número de salas no varía en exceso y las películas se repiten de un modo angustioso. Si no te llama la atención ninguna, como me ha pasado muchas veces, vas apañad@, porque paso de gastarme 6 euros en un truño. Me he recorrido media Valencia con la esperanza de ir al cine y me ha tocado volver a casa (era un período vacacional y no tenía la cartelera del periódico) con el rabo entre las piernas. Mi reducto ha sido el dvd o las descargas, el precio de salirse por la tangente.
Todo esto lo resume muy bien Arnaldo Otegui (un tipo que cuenta con mi más absoluta repulsa, un personaje abobinable que defiende la lacra más deleznable que sufrimos) en la polémica (y gran) película de Julio Medem La pelota vasca, cuando comenta que hay gente "que quiere que todos comamos hamburguesas, escuchando rock and roll americano, vistiendo ropa americana [...] será un mundo tan aburrido que no querremos vivir".
Claro que, en mi opinión, no tienen que pegarte un tiro en la nuca si te gustan las hamburguesas o escuchas a The Eagles. Pero me desvío, y lo que quería explicar es que la uniformidad es peligrosa, o por lo menos preocupante.
Por eso adoro que vivamos en una sociedad plural, en la que conviven (o lo intentan) todas las nacionalidades que jamás hemos podido imaginar, una sociedad donde cada cual puede rezar a quien crea conveniente (o directamente no rezar), y amar a quien se nos antoje.
El reto es expulsar aquella tradición que es "de toda la vida" (expresión que me hace mucha gracia, porque nunca se refiere a la vida de nadie concreto) y centrarnos en reciclar la sociedad con los actuales elementos. No podemos seguir pensando con la visión carpetovetónica de hace veinticinco años. No podemos negarnos a que la sociedad evolucione, progrese, avance en derechos y libertades. ¿O es que pensamos pasarnos por el arco de Trajano la Declaración de los Derechos Humanos?
Hace años en un trabajo para una asignatura hice un comentario medio jocoso acerca de la inmigración: nunca hasta ahora hemos tenido tanta oportunidad de elegir restaurante a la hora de cenar, podemos elegir entre las propuestas de todas las cocinas regionales españolas, restaurantes franceses, italianos, holandeses, suizos, chinos, japoneses, americanos, colombianos, mexicanos, argentinos, indios, turcos, libaneses, marroquíes... Nadie puede quejarse de que no se cubren sus gustos.

0 comentarios:

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | 100 Web Hosting