miércoles, 17 de junio de 2009

WHAT'S THE SPORT?MONDAY OF GLORY

Durante generaciones se dijo que la raza ibérica (en lo que atañe a los seres humanos) se caracterizaba por su tez morena, sus ojos marrones, su pelo negro como el azabache y por su escasa altura. Durante décadas pervivió ese mito agarrado de la mano al del torero y la bailaora con vestido de faralaes, que se convirtieron en el primer gadget que se colocó sobre el receptor de televisón, mucho antes que el sensor de la Wii.
Pero el mito no era más que eso, una explicación sobrenatural a un hecho científico. El hecho cierto es que no existe un genotipo hispánico marcado por la oscuridad de los rasgos ya que tanto tú como yo conocemos compatriotas con ojos verdes como la albahaca (o el verde verde limón) o con una cabellera rubia como la cerveza (sin necesidad de tener el pecho tatuado un corazón), por ejemplo. Lo de la altura proviene de un mal que ha pervivido durante demasiado tiempo en nuestro país y que no es otro que la desnutrición, al menos la malnutrición. Nada de razas que se emparentan con los pigmeos, o un extraño fenómeno gravitario que nos acerque más al suelo que a otros terrícolas, o el genotipo único y exclusivo de los habitantes de la Península Ibérica. Habría mucho que hablar de guerras y falta de democracia. Pero se acabaron las épocas de carestías y la muchachada hispánica ha podido comer lo que le ha venido en gana, y no sólo patatas, arroz y algo de carne los días de fiesta, ahora comemos pizzas, colacao para desayunar, nocilla y donuts. La carne es habitual, teniendo en cuenta que provienen de varias especies animales; el pescado hasta se cría a propósito y la verdura es excedentaria, la igual que la leche (o el vino, pero ese es otro cantar).
Todos estos factores han dado que las generaciones más jóvenes (entre las que me incluyo) hayan sido críadas fuertes y altas, sobre todo altas. La media de altura aumenta a cada estudio que se presenta y nos acercamos a nuestros eurovecinos, a los que ya podemos mirar hasta por encima del hombro en ocasiones. Fundamentalmente esta altura y esta fortaleza física, en general, nos ha servido para que se reconozca a nuestro país como una potencia emergente en el mundo del deporte.
El paroxismo se vivió este pasado lunes, muy de madrugada, cuando un españolito conseguía ser campeón, junto a su equipo, de la liga de baloncesto más potente que existe y existirá: la NBA. Sí, sin sonrojo nos hemos puesto a la cabeza de un deporte para altos. Era el gran título que nos faltaba, puesto que la generación de Pau Gasol, Ruby Fernández, Navarro y compañía cerró el círculo que se abrió en los JJOO de Los Ángeles 84, con aquella plata que supo a todos los oros que la historia negó a los españolitos bajitos y morenos. Es cierto que un español alto no es habitual, mucho menos un tiarrón de 2,15 m, yo le puedo llegar al ombligo, literalmente, pero que gane un anillo NBA, eso es casi de otra galaxia.
Desde hace algún tiempo nos hemos acostrumbrado a que los lunes por la mañana las redacciones de deporte nos citen hazañas que vivimos como propias. Es una manera de sobrellevar el maldito lunes y, hasta el café parece más dulce sin necesidad de azúcar o sacarina. Hasta hace un par de semanas cada domingo Rafa Nadal conquistaba un torneo (demasiados partidos pasan factura en forma de lesión), tiempo atrás era Fernando Alonso el que nos acostumbraba al podio, a pesar de coches propios o enemigos cainitas. Que decir del motociclismo, o de otras disciplinas menos mayoritarias e igualmente exitosas: balonmano, ciclismo, golf, alpinismo, vela... Los nuestros suelen ocupar los puestos de excepcion, en solitario o con sus equipos.
Y por supuesto el futbol, ese deporte en el que nuestra selección es centro de atención por cuenta propia, por su juego y por sus jugadores, se le teme en serio, y no como aquella eterna promesa que nunca pasaba de cuartos. Ahora en esta copa de segunda división, como es la Confederación, partimos con la vitola de favoritos y queremos asumirlo con naturalidad, aun teniendo delante a los colosos de Italia y Brasil. Solo hay un pensamiento, enfrentarnos a ellos para ganarles, y si es posible humillarles.
Hemos abandonado el hambre real y verdadera, la de la pobreza y el aislamiento internacional, por un hambre de títulos con la que queremos comernos al rival que se nos ponga por delante. No tememos a nadie ni a nada. Este si que es un tópico bueno, pero esperemos que no tengamos que poner un Gasolito torero o un Nadalito de faralaes sobre la tele, que nos conocemos y al final la cabra tira al monte. Typical spanish!

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