Hoy he estado recordando algunas cosas que ya tenía en lo más profundo de uno de los cajones más bajos del mueble archivador que es la memoria. Es la primera comunión, ese hecho trascendental que te cambia la vida para conectarte directamente con la divinidad y acercarte a las puertas del cielo.
Como ya estamos plenamente en las fechas comunioneras, hoy le ha tocado el turno a varios niñ@s de mi calle. Yo estaba tranquilo en casa y sus familiares tirando tracas para festejar tan magno acontecimiento. Salgo a la calle y veo los portales decorados con alfombras de flores. Y de repente me he puesto a recordar.
Lo primero en lo que he pensado ha sido en que tras la comunión, al curso siguiente, dejé de estudiar religión y me apunté a ética. Al principio sólo éramos cuatro o cinco los que cursábamos aquella asignatura de ateos, pero conforme avanzábamos los cursos cada vez más compañer@s se adscribían a ética. En el instituto ya era brutal, los que cursaban religión era una minoría, que incluso cabían en el despacho del profesor de religión, un párroco bastante campechano, por cierto.
No tenía una razón muy potente para hacer la comunión, quizás fuera por la inercia del resto de compañer@s de clase, quizás por los regalos. No sabría decirlo con exactitud. Creo que el resto de niñ@s que hicimos juntos la catequesis y tomamos la comunión el mismo día no acabábamos de saber qué significaba realmente aceptar aquel sacramento. Una prueba la encontré el mismo día de la comunión, cada uno relataba de que iba disfrazado: los había de marinero, de almirante, y yo, que llevaba un traje "para poder aprovecharlo para otra celebración", iba de príncipe, lo dije porque se lo oí a una tía del pueblo.
Pero lo que más recuerdo de aquel día es a un amigo de mi padre que constantemente me decía que me portara bien porque "aquel era mi día". Yo pensaba que si era mi día, que me dejara tranquilo, que me dejara hacer lo que me diera la gana, porque en definitiva sólo estaba jugando.
Aquel fue un día extraño. Y no porque fuera el mayor de todos los niñ@s, ya que tomé la comunión un año más tarde ya que como mi hermana y yo nos llevamos algo más de un año y en mi casa dos fiestas, dos banquetes, dos años consecutivos era un lujo asiático que no nos podíamos permitirnos ni en sueños. Más bien fue extraño porque con ocho años me dí cuenta de que todo era un artificio grandísimo, que me llevó a pensar que hay cosas innecesarias pero que creemos que son importantes.
Dos hechos atestiguan esta opinión que ya formé aquel día. Durante la sesión de fotos me cabreé y la cancelé de motu propio ya que no me dejaban moverme y el sol me molestaba sobremanera en los ojos. Se recuerda este hecho ya que fue la primera vez que sacaba un genio que en privado tiene bastante fama. El segundo hecho es que después del banquete algun@s niñ@s fuimos a unos recreativos cercanos a jugar unas partiditas. La frase que más repetí fue: "toma hijo de..."
En la actualidad creo que l@s niñ@s han cambiado más bien poco y que, a pesar de internet, la televisión y la picardía que se les presupone, siguen haciendo la comunión seguidos por dos preceptos básicos: la inercia de seguir a las amistades y por los regalos. Esta es una fiesta que organizan los familiares y que imponen a l@s niñ@s como protagonistas, involuntari@s y obligad@s. Los embuten en trajes blancos como azucenas y los exhiben entre risotadas y sonrisas henchidas de orgullo que ocultan la realidad de un niño que al cabo de unas semanas olvida todo lo que la catequesis le ha enseñado. ¿La obligada confesión? La mía fue sosa y ligera como un producto adelgazante. Y menos mal que no me obligaban a ir a misa como si hacían en otras iglesias con amigos míos.
Como muestra un botón, la comunión fue el último sacramento que recibí, la confirmación ni de coña y el matrimonio civil. Eric Guillem no será bautizado, eso lo tengo claro, si quiere abrazar algún credo que lo decida de mayor. Espero que mis familiares respeten mi voluntad de separarme de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana y que mi entierro sea civil, sin santos ni oraciones. Que piensen en cuando estaba vivo, a ser posible bien. Aunque espero que para ese día aún falten muchos muchos años, sesenta o setenta como mínimo, a poder ser.
Como ya estamos plenamente en las fechas comunioneras, hoy le ha tocado el turno a varios niñ@s de mi calle. Yo estaba tranquilo en casa y sus familiares tirando tracas para festejar tan magno acontecimiento. Salgo a la calle y veo los portales decorados con alfombras de flores. Y de repente me he puesto a recordar.
Lo primero en lo que he pensado ha sido en que tras la comunión, al curso siguiente, dejé de estudiar religión y me apunté a ética. Al principio sólo éramos cuatro o cinco los que cursábamos aquella asignatura de ateos, pero conforme avanzábamos los cursos cada vez más compañer@s se adscribían a ética. En el instituto ya era brutal, los que cursaban religión era una minoría, que incluso cabían en el despacho del profesor de religión, un párroco bastante campechano, por cierto.
No tenía una razón muy potente para hacer la comunión, quizás fuera por la inercia del resto de compañer@s de clase, quizás por los regalos. No sabría decirlo con exactitud. Creo que el resto de niñ@s que hicimos juntos la catequesis y tomamos la comunión el mismo día no acabábamos de saber qué significaba realmente aceptar aquel sacramento. Una prueba la encontré el mismo día de la comunión, cada uno relataba de que iba disfrazado: los había de marinero, de almirante, y yo, que llevaba un traje "para poder aprovecharlo para otra celebración", iba de príncipe, lo dije porque se lo oí a una tía del pueblo.
Pero lo que más recuerdo de aquel día es a un amigo de mi padre que constantemente me decía que me portara bien porque "aquel era mi día". Yo pensaba que si era mi día, que me dejara tranquilo, que me dejara hacer lo que me diera la gana, porque en definitiva sólo estaba jugando.
Aquel fue un día extraño. Y no porque fuera el mayor de todos los niñ@s, ya que tomé la comunión un año más tarde ya que como mi hermana y yo nos llevamos algo más de un año y en mi casa dos fiestas, dos banquetes, dos años consecutivos era un lujo asiático que no nos podíamos permitirnos ni en sueños. Más bien fue extraño porque con ocho años me dí cuenta de que todo era un artificio grandísimo, que me llevó a pensar que hay cosas innecesarias pero que creemos que son importantes.
Dos hechos atestiguan esta opinión que ya formé aquel día. Durante la sesión de fotos me cabreé y la cancelé de motu propio ya que no me dejaban moverme y el sol me molestaba sobremanera en los ojos. Se recuerda este hecho ya que fue la primera vez que sacaba un genio que en privado tiene bastante fama. El segundo hecho es que después del banquete algun@s niñ@s fuimos a unos recreativos cercanos a jugar unas partiditas. La frase que más repetí fue: "toma hijo de..."
En la actualidad creo que l@s niñ@s han cambiado más bien poco y que, a pesar de internet, la televisión y la picardía que se les presupone, siguen haciendo la comunión seguidos por dos preceptos básicos: la inercia de seguir a las amistades y por los regalos. Esta es una fiesta que organizan los familiares y que imponen a l@s niñ@s como protagonistas, involuntari@s y obligad@s. Los embuten en trajes blancos como azucenas y los exhiben entre risotadas y sonrisas henchidas de orgullo que ocultan la realidad de un niño que al cabo de unas semanas olvida todo lo que la catequesis le ha enseñado. ¿La obligada confesión? La mía fue sosa y ligera como un producto adelgazante. Y menos mal que no me obligaban a ir a misa como si hacían en otras iglesias con amigos míos.
Como muestra un botón, la comunión fue el último sacramento que recibí, la confirmación ni de coña y el matrimonio civil. Eric Guillem no será bautizado, eso lo tengo claro, si quiere abrazar algún credo que lo decida de mayor. Espero que mis familiares respeten mi voluntad de separarme de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana y que mi entierro sea civil, sin santos ni oraciones. Que piensen en cuando estaba vivo, a ser posible bien. Aunque espero que para ese día aún falten muchos muchos años, sesenta o setenta como mínimo, a poder ser.
3 comentarios:
Bonita reflexión puesto que en 8 años te veras en la situación de celebrar una comunión, jeje. Yo lo tengo claro, si quiere regalos se los compraré y nos iremos a comer por ahí la familia. La Iglesia cada vez me pone más negro y no le daré el placer de hacer estadísticas con mi familia, bastante palo tengo yo que no puedo apostatar.
Durante los últimos dos o tres meses, todos los domingos por la mañana, tras footinear por la playa, compro el periódico y me voy al bar para leer la prensa ("Información" y "El País") mientras un zumo de naranja me repone. Todos estos domingos el bar se ha llenado del vociferío de mamás(alrededor de unas 14), sólo he visto un hombre, eso sí muy amanerado, comentando la situación de sus hijos en la catequesis, lo que les va a costar la dichosa comunión, mientras caen colillas y colillas (el primer Almodóvar podría realizar aquí su mejor corto), las miradas de complicidad con la pareja dueña del bar no tienen precio, mientras los niños preparándose para ser novios/novias de Jesusito. Suena a otra época en blanco y negro; yo pensaba que cuando mi generación llegara al poder (soy del 58), acabarían con este rito antediluviano, pues no, ahí está, esperemos que la próxima generación finiquite definitivamente este camelo,la tuya Santiaguillo. Yo ya he hecho mis pinitos y busco discípulos: ninguna de mis hijas ha hecho la maquiavélica comunión (por no hablar de bautizos), y os aseguro que estoy orgulloso de ello, me he enfrentado a suegras, papás, etc., pero los principios son los principios. Ateo militante me defino. Eso sí, hace años que no me invitan a bautizos y comuniones. ¡Que descanso! Saludos per tutti.
Huola Santi. No puedo compartir tus experiencias debido a que, al igual que las hijas de Nico, ni estoy bautizada ni he tomado la comunión. ¿Razón? La misma que has dado tú para no bautizar a Eric Guillem: que decida él.
Pero a pesar de no haber tomado la comunión tengo bastantes recuerdos sobre esta celebración.
Hubo una época en la que me "catolicé". Tendría yo 6 años, cursaba 1º de primaria, y mis compañeritos de clase empezaron a dar sus clases de catequesis.
Por las mañanas, mientras trabajabamos en clase, recuerdo sus debates sobre mi situación "de pecado". Unos decían que no tenía nombre por no estar bautizada. Otros que iría al infierno de los niños. Otros que no iría al infierno, que era culpa de mis padres que no me habían bautizado e irían ellos...
Total que yo llegaba a casa llorando y diciéndoles a mis padres que no me querían por no haberme bautizado. Mis padres aguantaron mis llantos restandole importancia y con buenas contestaciones que por aquel entonces yo no entendía.
Una noche a la hora de la cena (momento del día en el que más pesadita me ponía) empecé a decir: Quiero que me bauticeis, quiero que me bauticeis, quiero que me...
(Jarra del agua por encima de mi cabeza, junto el comentario de papá: Ala, ya estás bautizada).
(Más llantos xD)
Al llegar los 12 (edad en la que papá y mamá creyeron que ya podía decidir por mí misma), me sentaron en el sofá (lugar donde mantenemos las conversaciones serias) y me preguntaron: Laura, quieres bautizarte y hacer la comunión?
Antes de contestar, papá hizo un apunte:
- Olvídate de regalos ni de celebraciones caras. Si eres católica lo eres por creencias, no por la consola que vayan a regalarte, ¿entendido?.
Si haces la comunión será con un vestido bonito en la iglesia del pueblo de mamá, pero olvídate de lo demás. Me parece bien que mis hijas piensen lo que quieran, pero no quiero que lo hagan por la recompensa que tengan después.
Antes de que acabara, yo ya me había levantado del sofá y les decía: anda, papá, ni lo sueñes jajaja
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